jueves, 16 de octubre de 2014

Ser enseñable

Breve exhortación



“Encaminará a los humildes por el juicio, 
Y enseñará a los mansos su carrera.” (Sal. 25:9)

Introducción

En tiempos actuales “el adoctrinamiento religioso” se ha convertido en un obstáculo para enseñar la verdad del evangelio a la sociedad, son tantas las malas interpretaciones de la Palabra de Dios que en estos días se han inventado, que al momento de mostrar el verdadero mensaje que Cristo predicó, simplemente se vuelve falso ante los ojos de los demás, por las tantas ideas preconcebidas y que han sido transmitidas con base en fundamentos mezclados entre las enseñanzas de Jesús y del pensamiento humano. En varias ocasiones, cuando estamos predicando en las calles, detectamos la falta de disposición por parte de la sociedad para ser enseñable, en la mayoría de los casos la gente responde: “es que en mi iglesia se enseña así”, o “es que mi pastor dice que ese pasaje de la Biblia se refiere a…”, “su mensaje está mal, deben corregirlo”, todos quieren enseñar, pero pocos quieren ser enseñados.

 Aclaro que en nuestra hermandad no nos jactamos de tener la verdad y de que somos la verdadera iglesia y que todos los demás están mal (no es el énfasis de nuestra vida), cada quien se debe ocupar de su salvación con temor y temblor. (Flp. 2:12) Lo que es cierto, es que nos estamos esforzando a perseverar por la senda de la cual el Señor habló y enseñó, el camino angosto que lleva de regreso a nuestro Creador, que Cristo vino a manifestarnos con el ejemplo y el cual salimos a pregonar a los demás, para que se vuelvan de sus malos caminos y se reconcilien con Dios. Queremos seguir a Jesucristo y aprender del Él poniendo en práctica sus sencillas enseñanzas.

Contrario a lo anterior, en el capítulo 8 del libro de los Hechos, Lucas narra un suceso en el que se vieron involucrados Felipe y un funcionario etíope:

Felipe y el etíope

 “Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y vé hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este:

 Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia;  Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.
Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.” (Hch. 8:26-38)

Vemos en este pasaje la actitud del etíope, quien al parecer, comienza a descubrir la verdad y al momento de tener algunas dudas tuvo la necesidad de pedirle a Felipe que le enseñara acerca de las Buenas Nuevas de Cristo, esa actitud es necesaria para poder aprender acerca del Reino de Dios; y aunque creemos que Jesús es el que guía al hombre y quien le enseña el camino justo, aun así, como el aposto Pablo escribió: él (Cristo) mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros (Efe 4:11), estos son hermanos  que han mostrado por sus frutos, que siguen al Señor y que son aptos para instruir a otras personas en el camino verdadero.

Hace algún tiempo leí una anécdota acerca de un niño quien antes de cumplir los 3 años se encontraba con su padre, que estaba preparando la nómina de los obreros que de él dependían. El niño que seguía con gran atención los cálculos del padre, le dijo al terminar: “padre has hecho mal la cuenta, el resultado debe ser…” el padre al repasar los cálculos comprobó con sorpresa que el niño tenía razón. La historia es todavía más sorprendente si tenemos en cuenta que nadie había enseñado a leer al niño.

Después, este niño se convirtió en uno de los más grandes matemáticos de las historia. Pero el punto que nos interesa es el siguiente: sí el padre de este niño, no hubiera dado otro vistazo a la nómina, por considerar que su hijo no sabía de lo que hablaba, ¿Qué resultados se hubieran obtenido?, aunque el padre le parecía imposible que su hijo tuviera razón, aun así se tomó el tiempo de analizar otra vez la cuenta con base en lo que se le había dicho, y esto resultó en un beneficio para los dos, el padre culminó una jornada más de trabajo de manera satisfactoria y en el niño se descubrió un gran talento.

De manera similar ocurre en las cuestiones que estamos tratando en este escrito acerca de la indisposición que trae el “adoctrinamiento religioso” (practicado principalmente por evangélicos) y la enseñanza de la “sana doctrina” (esto es, cuando hay buena disposición, sea de evangélicos o incluso de incrédulos) En la mayoría de los casos, como ya se mencionó, las personas no creen que sea cierto lo que predicamos en las calles, pero no porque lo han comprobado, no porque se dieron el tiempo de analizar una vez más la doctrina que practican, sino porque la enseñanza mostrada con base en el mensaje del Evangelio del Reino no concuerda con su teología ya establecida y sembrada muy profundamente dentro de sus corazones (aunque estén consientes de los errores que hay en su denominación), como si la verdad pudiera variar dependiendo el caso y la situación o conveniencia de cada persona, el interés de las mismas no es el Reino, sino la preservación de sus vidas en este mundo. En otros casos hemos visto que la disposición a aprender, trae buen fruto; tal vez no asegura que una persona comience a andar en la luz desde el preciso momento en que se le mostró la perla de gran precio, pero al menos sí logra despertar la voz de la conciencia y particularmente en mi caso, la disposición a aprender acerca de la sana doctrina de Cristo y el reconocer que de  todo lo que había aprendido durante mi vida, muchas cosas estaban mal enfocadas, me llevaron a entender las verdad que siempre estuvo allí, pero que por egoísmo nunca quise reconocer, porque la verdad sigue siendo la verdad ayer, hoy y siempre, independientemente de los intereses de cada ser humano; la verdad es Jesucristo. Sólo hacía falta darse el tiempo para analizar una vez más lo que hasta el momento había aprendido, para darme cuenta que lo que estos hermanos me estaban mostrando era la única verdad y que yo estaba en un error, gloria a Dios…

Acerca de esto, el Señor Jesucristo dijo en el sermón del monte: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Y “Bienaventurados los mansos (sumisos), porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Los pobres en espíritu son los que tienen la necesidad de que Dios les guíe en sus vidas, son aquellos que se dejan conducir por Dios en este mundo, los que no ponen excusas para seguir a Cristo, los que han decidido perder sus vidas en este mundo y mantenerse sin mancha del mismo, a estos se les otorga el privilegio de pertenecer al Reino de los Cielos (de ellos es), que se ha acercado, que es ahora y que es arrebatado por los que se esfuerzan. Sin embargo, para poder lograrlo es necesario tener disposición, ser mansos de corazón, ser ovejas que escuchen con gran atención la voz de Su Pastor para seguirle; sin lo anterior es muy difícil que comprendamos cuál es la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.

Humildad

En muchos pasajes bíblicos se habla acerca de la humildad, algunos sinónimos del término son: modestia, docilidad, recogimiento, recato, paciencia, moderación, timidez, vergüenza, suavidad, humillación, sencillez, llaneza, acatamiento, sumisión, obediencia. Estas son virtudes que sólo pueden tener aquellos que mantienen la disposición de aprender del Único Maestro y que en todo siempre quieren imitarle: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”; (Mat. 11:29), quien quiera seguir a Cristo deberá tener presente cuán importante es poner en práctica la humildad y la mansedumbre para poder comprender Sus sencillas instrucciones (son sencillas para los que en verdad desean seguirle, pero difíciles para los que no quieren dejar este mundo).

Otros pasajes son:

“Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. (Rom. 12:16)

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” (Stg. 4:6)

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes” (1 Pe. 5:5)

“Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” (Isa. 66:2)

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” (Isa. 57:15)

“Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.” (Sal. 138:6)

“El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad.” (Pro. 15:33)

“La soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra.” (Pro 29:23)

“con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,” (Efe 4:2)

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;” (Flp. 2:3)

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;” (Col. 3:12)

La competencia mundana

Ya hemos hablado en otros artículos acerca de que los sistemas (que en este mundo se han creado) inculcan una falsa idea acerca de lo que es la inteligencia, específicamente el sistema educativo, el cual, manipulado por personas que ni aun conocen un poco acerca de enseñanza, siembra en las mentes de los seres humanos el egoísmo e individualismo. Pero ¿cómo es que se logra cosechar tal mentalidad característica de este siglo corrupto?, lo que se utiliza para esto es una semilla llamada “sofisma” que en breves palabras quiere decir: Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso. Esta semilla ha existido desde tiempos muy antiguos, los que tenían la costumbre de cosechar el fruto de esta semilla eran los llamados “sofistas”, quienes se atrevían a pasar al frente y decir: “propongan cualquier tema, y yo les hablaré de lo que sea.” El pensar que podemos saberlo todo lleva al argullo y soberbia, cosas que desagradan a Dios. Es esa la mentalidad que inculcan los sistemas de este mundo, dándole más peso al conocimiento que a la práctica, dándole más peso a un papel que a la experiencia laboral (burocracia), a lo material que a lo espiritual, al saber tanto que a la sabiduría, a capacidades mentales que al amor. Sin embargo, el apóstol Pablo escribió: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co 8:1) el hombre sólo quiere la teoría pero desecha la práctica, error, dígase de paso, en el que han caído muchos evangélicos que consideran más importante citar de memoria “el camino de romanos” y otros pasajes sacados de contexto, que el vivir la Palabra de Dios en sus vidas cotidianamente, prefieren decir grandes cosas y no vivirlas. El apóstol Pedro escribió en su segunda carta refiriéndose a los que han huido de la corrupción que hay en el mundo:

“vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pe. 1:5-8)

El que dice conocer a Cristo debe tomar en cuenta que el conocimiento por sí solo no tiene valor alguno, sino que es una parte, un complemento con  las demás características que escribió el apóstol y que en conjunto son parte esencial de la vida cristiana. Sin embargo, para las personas que piensan que el conocimiento es lo más importante y nada más, el apóstol añade en verso 9:

 “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.”


En la Escritura encontramos otro buen ejemplo de humildad y de cualidad mansa, una actitud enseñable; vemos en Éxodo 18:13-27 el siguiente pasaje:

Nombramiento de jueces

“Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?  Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes. Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo. Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar. Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que dijo. Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño. Y despidió Moisés a su suegro, y éste se fue a su tierra.”


Según la Palabra de Dios, Moisés era el hombre más manso de la tierra (Núm. 12:3) y en el anterior pasaje se respalda lo dicho. Moisés fue un siervo escogido por Dios, y el Señor hizo grandes maravillas a través de él ante los ojos del pueblo (incluso hablaron cara a cara) y aunque tuvo temores al principio, conforme pasaba el tiempo se hacía más sumiso a Dios y por lo mismo un hombre sabio al que el pueblo acudía para pedir consejo; sin embargo,  eso no influyó en que Moisés dejara de ser humilde, no se envaneció, y cuando otro hombre más viejo que él le dio un consejo, este lo “oyó” con gran humildad, y atendiendo a esa recomendación logró realizar su trabajo de una mejor manera. 

La buena tierra

Para concluir este breve escrito, vamos  a hablar acerca de lo que el Señor Jesús enseñó acerca de aquellos que tienen una actitud enseñable ante la sana doctrina. En la parábola del sembrador (Mar. 4:1-20 y Luc. 8:4-15) el Señor habló acerca del proceso que se lleva a cabo cuando se lleva a cabo la siembra en el campo y cómo al momento de esparcir la semilla, ésta cae en distintos tipos de lugares; primero habla acerca de la semilla que calló junto al camino, y vinieron las aves y la comieron, refiriéndose a aquellos que oyen el mensaje, pero después viene Satanás y les quita el mensaje sembrado en su corazón. Continua hablando acerca de la semilla que cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque la tierra no tenía profundidad, refiriéndose a los  oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; por eso, cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe. Después habla de Otra parte de la semilla que cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no dio fruto, refiriéndose a los que oyen la Palabra pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado, el amor por las riquezas los engaña, y quisieran poseer todas las cosas. Todo esto entra en ellos, y ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto.

Al final habla de la buena tierra:

“Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.  (Mar. 4:8,20)

 La semilla que cayó en buena tierra, creció, y dio buenos frutos; algunas espigas dieron treinta granos por semilla, otras sesenta granos, y otras cien. Estos son los que aceptan el mensaje tal cual es, sin poner pretextos, porque tienen la disposición de escuchar y de aprender, son los que dan la espalda a Satanás y dejan el cautiverio, estando dispuestos a pagar el precio que trae consigo el seguir a Cristo, por más pesada que sea la cruz, renunciando a todo lo que poseen, estos son los que dan una buena cosecha, como la semilla sembrada en buena tierra.

En conclusión, es necesario desechar todo aquello que impide que la Palabra de Dios pueda ser recibida de manera literal, para esto, Cristo nos enseña a imitarle en cuando a ser mansos y humildes de corazón; el etíope dio un buen ejemplo acerca de esto, teniendo una actitud enseñable ante Felipe. Es importante comprender que el mensaje de Cristo y el del mundo no pueden ser mezclados y en ninguna manera pueden complementarse, porque son totalmente opuestos, el uno permanecerá por la eternidad y el otro perecerá al final de este siglo, seamos pues una buena tierra en la que el Señor pueda sembrar la semilla de Su sabiduría y obtener de nosotros la buena cosecha para Sus graneros. Dios bendiga Su palabra….

“Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. La que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.” (Luc. 8:8,15)


Por Pedro Santos


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