martes, 8 de abril de 2014

Los dos reinos



¿Por qué hablamos de “los dos reinos”? ¿Acaso no existen muchos reinos en este mundo?

La palabra reino significa: “Territorio sometido al gobierno de un rey” (Diccionario pequeño Larousse). En esto consiste la clave para entender el significado de los dos únicos reinos, cuyos territorios abarcan todos los demás reinos que existen.

Los territorios de los dos reinos

¡Ah, pero no hablamos aquí de ningún territorio geográfico! Los territorios aquí expuestos no se limitan por fronteras nacionales. Hablamos más bien de los dos territorios que existen dentro del marco humano de carne, espíritu, corazones y almas. Dentro de este marco se ejecutan la voluntad de los demonios, así como la de los ángeles de Dios. El territorio de “las tinieblas de este siglo” así como el de “las regiones celestes” (Efesios6.12) existen en este ámbito no sujeto a ninguna frontera nacional.

La Biblia dice en 1 Juan 5.19 que “el mundo entero está bajo el maligno”. Es decir, Satanás rige en el territorio compuesto por los corazones de todo ser humano que no ha sido trasladado al otro reino. Con razón Jesús llamó a Satanás “el príncipe de este mundo” (Juan 12.31). Y, además, el apóstol Pablo lo llamó “el dios de este siglo” (2 Corintios 4.4).

Antes del diluvio, en los días de Noé, Dios vio que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis6.5). Lo que Dios vio en ese tiempo es lo mismo que ve en la actualidad. Así es el corazón de todo ser humano, inclusive el tuyo y el mío, a menos que hayamos sido rescatados por el Hijo de Dios. De no experimentar ese rescate efectuado por Jesús, nuestro corazón forma parte del territorio de Satanás; no podemos negarlo. Sin embargo, veamos las buenas nuevas. Las mismas consisten en que para todos los que se han hastiado de ser reducidos a formar parte del territorio regido por ese rey malvado, Satanás, Colosenses 1.13 les dice que Dios el Padre les “ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Estas buenas nuevas me incluyen incluso a mí, pobre pecador que era, y espero que te incluyan a ti también. Todos los que hemos sido librados de formar parte del territorio de Satanás hemos llegado a formar parte del territorio de otro rey, el Rey Jesús.

Gracias, Señor, por tus provisiones, porque yo no quiero formar parte del territorio regido por Satanás. Gracias, gracias. ¡No puedo dejar de agradecerte!

El conflicto entre los dos reinos

Pero este no es el fin de la historia. Cuando nos trasladamos al reino de Dios, Satanás lucha para recobrar el territorio que perdió. Tú y yo tenemos parte en la lucha que se produce como resultado de esto. ¿No te has dado cuenta de los malos pensamientos que surgen en tu propio corazón? Yo sí. De esa lucha escribió el apóstol Pablo en 2 Corintios 10.3-5: “No militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.”

¡Qué bien estos versículos describen lo que pasa en mi corazón a diario! Fortalezas, argumentos, pensamientos... ¿Quién vencerá en esta batalla? Ahora mismo, una vez más, doy las gracias a Dios. Él vencerá, si yo se lo permito. Estos versículos hablan de destruir, derribar, llevar cautivo por medio del poder de Dios. Podemos permanecer en el reino de Dios sólo porque él es más poderoso que Satanás... mucho, muchísimo más poderoso. Gracias, Señor, por tu poder. ¡Gracias, gracias!

El Soberano sobre los dos reinos

Dios no sólo es más poderoso que Satanás; él reina inclusive sobre todo el reino de Satanás. A mí me da mucha confianza saber que Satanás tiene que operar bajo los límites que Dios le ha puesto. Dios “no [nos] dejará ser tentados más de lo que [podemos] resistir” (1 Corintios 10.13). Esto me anima. Me fortalece. Me da gozo en la lucha.

He aquí la oración de David a Jehová en 1 Crónicas 29.11: “Todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.”

Gracias, Dios mío, porque no tengo que someterme a ningún soberano malvado. Gracias, Dios bueno, justo y misericordioso, que tú eres Soberano sobre todos los reinos, aun sobre el reino de Satanás. Gracias que puedo someterme a ti.
La gran sima entre los dos reinos

Al observar a la gente religiosa de hoy, se pudiera concluir que no hay mucha diferencia entre el reino de Dios y el de Satanás. Muchos religiosos ni se distinguen de las demás personas del mundo. Hablan de igual manera que lo hace el mundo. Se pelean de la misma manera que el mundo. Se visten iguales al mundo. Y fornican tal y como el mundo lo hace.


Pero el reino de Dios no es nada igual al reino de Satanás. Hay una gran separación entre los dos; hay una gran sima entre ellos. Esta gran sima se puede representar gráficamente al presentar el contenido de 2 Corintios 6.14-16 de la siguiente forma:


“Por lo cual,” dice el próximo versículo,” salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré”. Y Santiago 4.4 dice: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” Gracias, Dios, que hay una gran diferencia entre tu reino y el de Satanás. No me interesan la inmoralidad, los pleitos, los adornos, los placeres sensuales. A mí me interesa ser parte de ese “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios.” Quiero anunciar “las virtudes de aquel que [me] llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2.9).

Los súbditos de los dos reinos

¿Cómo son los que pertenecen a los dos reinos? Ya conocemos a los que pertenecen al reino de Satanás, ¿verdad?, porque todos hemos pertenecido a ese reino. No obstante, 1 Juan 2.16 destaca tres cosas específicas por las cuales viven los súbditos del reino de Satanás: (1)“los deseos de la carne, (2) los deseos de los ojos, y (3) la vanagloria de la vida”.

¿Entiendes lo que significan estas tres cosas? Los deseos de la carne se refieren a la lujuria y la glotonería. Los deseos de los ojos se refieren a lo que atrae al ojo natural, como el deseo de colgar en el cuerpo lo que reluce. También incluye codiciar lo que nos gusta. La vanagloria de la vida habla de la ambición. Abarca la ambición de tener riquezas y la de lograr una posición de categoría, ya sea en la política, en la iglesia o lo que sea. Los súbditos del reino de Satanás son dominados por estas tres cosas.

La Biblia aclara que todos los gobiernos de este mundo, cada uno con su ejército militar, son súbditos del reino de Satanás. Apocalipsis 19 habla del día en que Jesús vendrá para regir a las naciones con vara de hierro. El versículo 19 dice: “Y vi (...) a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para pelear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército”.

Y, ¿cómo son los súbditos del reino de Dios? Tengo por delante las mismas palabras de Jesús y sus discípulos. He aquí nueve distintivos de los que andan en el reino de Dios:

1. Allí andan los niños. Acerca de los niños Jesús dijo: “De los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19.14).

2.  Allí andan los que han nacido de nuevo. Jesús dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.4).

3. Allí andan los que son como niños. Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18.3).

4. Allí andan los humildes. Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.5).

5. Allí andan los perseguidos. Jesús dijo: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5.10).

6. Allí andan los obedientes. Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.21).

7. Allí andan muchos pobres. Jesús dijo: “De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19.24).

8. Allí andan los pacificadores. Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos” (Juan 18.36).

9. Allí andan los lavados por la sangre del Señor. Pablo escribió: “No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados (...) por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6.9-11).

¿En qué reino terrenal se honra así a los humildes, los perseguidos y los pobres? ¡En ninguno! Al contrario, en los reinos de este mundo se le dan las posiciones de categoría a los que son fuertes, arrogantes y corruptos. Gracias, Dios, por los distintivos únicos de tu reino. Yo quiero ser humilde, obediente, pacífico, lavado por la sangre del Señor. Gracias que recibes a los pobres, porque yo no tengo riquezas. Gracias, ¡gracias!

El fin de los dos reinos

El reino de Dios terminará así como empezó... nunca jamás. No tuvo principio y no tendrá fin.

Y, ¿qué del reino de Satanás? Ese reino empezó con el orgullo de Satanás y terminará con su derrota y la de todos los que forman parte de su reino. “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, (...) y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Isaías 14.13-15). “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, (...) y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20.10).

Todos los gobiernos de este mundo, por formar parte del reino de Satanás, serán vencidos por el Rey de reyes Jesucristo (véase Apocalipsis 11.15) y nunca más se levantarán para reinar. “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2.44).

¡Yo quiero ser parte de ese reino de Dios! No quiero afiliarme a los gobiernos de este mundo ni a las iglesias apóstatas, porque forman parte del reino de Satanás. No quiero contaminarme en ninguna forma con el reino de Satanás, porque yo pertenezco al reino de Dios.

Gracias, Dios, que tu reino un día consumirá a todos los demás. Gracias que tu reino permanecerá para siempre. Gracias que tú me has tenido por digno de entrar en tu reino. Gracias, ¡gracias!
-Rodney Q. Mast

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