sábado, 22 de marzo de 2014

A solas con Dios




“Subió pues Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos” – Juan 6:3

Justo antes de la milagrosa multiplicación de los panes y los peces, Jesús “subió a un monte y se sentó con sus discípulos” (6:3). Eso es digno de tomar nota. Parece obvio que Jesús se retiró a propósito de la gran muchedumbre que lo había estado siguiendo. 

Hay ciertas cosas que tú y yo nunca aprenderemos cuando haya otros presentes. Creo en la Iglesia y amo el compañerismo de la hermandad. Hay mucho que podemos aprender cuando nos juntamos los domingos y nos sentamos con los santos. Pero hay ciertas cosas que tú y yo nunca vamos a aprender en presencia de otras personas.

Sin duda alguna, parte de nuestro error hoy en día es la actividad religiosa que no es precedida por soledad e inactividad. Me refiero a estar solo con Dios y esperar en silencio y quietud hasta que seamos cargados con el Espíritu de Dios. Entonces, cuando actuamos, nuestra actividad realmente vale porque hemos sido preparados por Dios para hacerla…

Ahora, en el caso de nuestro Señor, la gente vino a Él, según Juan, y Él estaba listo para ellos. Había estado quieto y en silencio. Se había sentado con sus discípulos y meditado. Mirando hacia el Cielo, esperó hasta que el paréntesis completo de vida divina bajó del trono de Dios a Su propia alma. Era un violín afinado, una batería recargada. Estaba preparado para la gente, cuando ellos vinieron.

“Señor, voy a pasar mucho tiempo en compañía de gente hoy, pero ahora vengo en quietud y silencio a esperar que me llenes. Amén”
– A. W. Tozer

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